El abogado y mediador Alejandro Marcelo Nató se refirió a esto en su disertación en la UTN San Francisco.
Por Stefanía Musso
Atrás quedó el barrio industrial de nuestros abuelos. Hoy, la ciudad se erige por un desarrollo urbanístico diferente. En un barrio conviven los de siempre, los de hace poco y los más nuevos. En esa red, la vecindad sobrevive en armonía gracias a reglas de convivencia intrínseca que hay que respetar.
El problema surge cuando el de al lado, que llegó hace poco, vive en ese complejo de departamentos recién construido y su ventana da al patio de casa. Los ruidos, alguna que otra cosa que “se le cae” desata el enojo que queda contenido si no nos animamos a dialogar, porque “el otro, andá a saber de dónde viene”, y allí los prejuicios desatan el conflicto barrial.
Para evitar confrontaciones, el diálogo es la vía de solución. Pero si este no es el camino, existen las mediaciones comunitarias donde terceros intervienen en la disputa vecinal y pueden llevar a buen puerto la complicada convivencia de estos tiempos.
En la ciudad, la mediación comunitaria se realiza a través de la vía judicial y aún no hay espacios comunitarios de resolución de conflictos.
El abogado y mediador Alejandro Marcelo Nató se refirió a esto en su disertación sobre mediación de conflictos sociales en el salón de actos de la Facultad Regional San Francisco de la UTN.
“Nos guste o no, los nuevos forman parte del barrio. Los barrios se consolidan y organizan a partir del otro y, ¿quién dice que tiene la razón o que es más dueño que el otro en el barrio? Tiene que pasar un tiempo para que la gente lo acepte, como si tuviera que pasar pruebas”, describió Nató a LA VOZ DE SAN JUSTO.
El abogado que fue invitado por Uces y la Fundación Haciendo San Francisco, agregó: “En un barrio hay identidades muy marcadas porque están los que creen ser dueños de esas identidades, pero también los nuevos tienen sus derechos. Lo mismo que sucede con el migrante que llega a un nuevo país. El otro es un forastero”.
Para el mediador “el nuevo – vecino – tiene su derecho de hacer su vida como quiera pero el anterior, pone reglas como si fuera el dueño de la cuadra”. En un conflicto entre dos vecinos, entonces “ambos tienen valores que edifican sus acciones”.
“Para un joven, por ejemplo, el horario de la siesta puede ser su momento para tocar la guitarra mientras que para los mayores, las dos horas de descanso. Los dos tienen derechos y el secreto está en aprender a compartir reglas”, detalló el entrevistado.
Denunciar no empodera
El abogado explicó que una buena convivencia requiere que se pueda hablar; saber qué le importa al otro y qué a uno, y comprenderse recíprocamente. Ahora, “si no hay diálogo, si no se gestan espacios donde suceden las fricciones, los conflictos crecen y después aparece la violencia”.
En este sentido, Nató subrayó que “hay una cultura del juicio, de la denuncia y esto que se piensa más efectivo, no lleva a ningún lado” porque “meter al sistema, no va a dar respuesta una efectiva” aunque se piense que “denunciar empodera” cuando en realidad no es así”.
“El secreto – entiende el mediador – está en reformatear la convivencia, por eso, los mecanismos de mediación sirven para abrir un enfoque dialógico, para que los temas de tensión puedan canalizarse sin cánones de violencia”.
Este tipo de sistemas aclaró “contribuyen para buscar una salida consensuada, entendimiento, un cambio de situación y de la historia”.
El barrio que ya no es
Desde hace 20 años, la vida en los barrios cambió. La estructura de estos conglomerados tampoco es la misma, y esto fue reconocido por Nató: “Los barrios no son como los de antes cuando la fábrica hacía de todo un sistema, donde pasaba la vida social. En la que había un trabajo estable y eterno, en ese lugar que los hijos heredan, el hogar donde está la mujer esperando y que el vecino es el mismo con el que vas a trabajar”.
El ahora nos enfrenta a las nuevas tecnologías, prácticas y cuestiones humanas que modificaron la vida del barrio y que son parte de las “tensiones actuales” en la que vive la sociedad “como el consumo de droga; ante conflictos generaciones como que ‘los jóvenes son el problema’, pero eso no es así”.
“Hay políticas sociales, rótulos y esto demuestra que hay grados de xenofobia, mala predisposición con el otro, la poca receptividad y acogida que tiene que tener un vecino que recibe a otro. Esto en vez de buscar una forma de vivir mejor, es una manera de coexistir peor”, insistió.
Hoy en los barrios, “existe un enorme grado de tensión entre los diferentes actores porque las desigualdades sociales, las violencias, la individualización llegaron para quedarse desde el punto de vista sociopolítico”, reiteró.
Y exhortó a que la única salida es “dialogar y escuchar qué le pasa al otro para reencausar el conflicto”.
Fuente: LA VOZ DE SAN JUSTO