Lo dice el ombudsman adjunto porteño. Además, la DGI detectó en sus operativos que mucha gente trabaja en condiciones infrahumanas. Y hay denuncias que ya están en la Justicia.
Buenos Aires, siglo XXI. Lugar: Cobo y Curapaligí¼e. Cientos de personas con bolsitos forman tumultos inevitables. Buscan trabajo. La mayoría son inmigrantes sin sus papeles al día, un gran negocio para explotadores sin escrúpulos. El destino puede ser un taller de costura en manos de coreanos, o una obra en construcción regenteada por argentinos. La propuesta habitual: deslomarse a cambio de migajas. Mientras, los amos, facturan en negro sumas incalculables.No hay censo sobre el trabajo esclavo en la ciudad. Pero estimamos que más de mil personas trabajan en condiciones infrahumanas, aseguró a Clarín Alejandro Nató, el ombudsman adjunto de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1999 Nató recibió 60 denuncias de inmigrantes que soportaron estafas, burlas, golpes y atropellos de sus empleadores. Durante meses trabajaron hasta 15 horas diarias, sin ver el sol, durmieron amontonados, comieron menús cercanos al desperdicio, se bañaron con agua fría en invierno y finalmente, cuando se fueron cansados, ni siquiera recibieron la miseria que les habían prometido como paga.
Casi todos trabajaban para distintos patrones -coreanos y también argentinos y bolivianos-, que con un promedio de 15 obreros esclavos a su disposición, novparecían tener problemas de discriminación: maltrataban a todospor igual.Por eso no resulta casual que las denuncias penales por reducción a la servidumbre se hayan triplicado entre 1998 y 1999 . Ni tampoco sorprende el resultado preliminar de los 81 allanamientos que realizó la DGI el lunes 21 en el Bajo Flores, en la zona que hoy se conoce con el nombre de Coreatown.Ollas con comida lamentable al lado de máquinas de primera tecnología. Esa es la foto que quedó grabada en la retina de Guillermo Farías, el subdirector de Operaciones Impositivas de la AFIP, que estuvo a cargo del megaoperativo.
La historia oficial se reduce a 81 talleres que en los próximos días serán denunciados penalmente por evasión impositiva y previsional. En ellos había al menos 300 personas que trabajaban en negro. La mitad eran inmigrantes que no tenían sus documentos en regla. Pero estos números guardan las otras historias, las de la gente.El operativo, en realidad, comenzó hace un mes. Una mañana temprano, todo estaba como siempre en la esquina de Cobo y Curapaligí¼e. En la puerta de una farmacia, cientos de bolivianos, peruanos y argentinos se ofrecían para trabajos de costura o albañilería. Pero había diez caras nuevas: inspectores jóvenes de laDGI.
Hola, soy desocupado. Con esta presentación los inspectores se fueron enterando de las leyes y costumbres del mercado. Así supieron que el paraíso es trabajar en negro por 400 pesos mensuales. Hacia abajo, una escalera de humillación que siempre guarda un peldaño más hondo: algunos trabajan por cinco pesos al día, otros por tres. Otros duermen sobre mesas de costura, o tiranizados bajo el sistema de la cama caliente.
Los inspectores después hablaron con vecinos y observaron los movimientos del barrio. Detectaron 81 fachadas. Y empezaron a percibir que había sospechas en Coreatown. Apuraron el final del operativo.El lunes último, 500 inspectores abordaron los 81 talleres junto a la Policía e inspectores de Gobierno porteño. Vieron ollas de comida en pésimo estado y lugares sucios, en sitios con circuitos cerrados de televisión.
En algunos talleres nos decían que sólo tenían tres empleados porque era época de baja producción. Pero tocábamos las máquinas y estaban calientes. Así descubrimos que escondían a la gente en habitaciones, explicó Farías.Ahora la DGI debe calcular la deuda de estas empresas y hacer una denuncia penal. Pero todos están convencidos de que estos talleres sólo son un muestreo de que en el Bajo Flores la explotación persiste, porque también persiste la necesidad. El viernes por la tarde, Juan Valenzuela estaba acodado sobre un pilarcito de la calle Cobo. Para trabajar 15 horas por día en una obra en construcción, quería que le pagaran 20 pesos. Aiushi, se puso a gritar cuando vio un auto importado. Significa señor en coreano, pero a los peruanos no nos quieren. Pedimos demasiado, explicaba. Mientras, los vidrios automáticos del coche se cerraban.
Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/denuncian-1000- trabajadores-esclavos- capital_0_SJ7-N5se0tx.html